xana

Por el siglo I a.c. , los romanos aún no habían completado su conquista de la península. Tito Carissio era uno de los encargados de someter a celtíberos y astures en los años en que se desarrolla la historia.

Las tropas romanas, en su difícil avance, habían llegado a las orillas del río Narcea.

Era una campaña dura, en una región que no conocían todo lo que hubieran querido, con tupidos bosques de hayas cumbres escarpadas, torrentes… un clima al que no estaban acostumbrados y por si fuera poco, osos, lobos, que había que vigilar. Acamparon cerca de estos bosques, desde donde se dirigirían al este, hacía el río Nalón, la campaña se convertía en una pequeña tortura, con lluvia incesante y pocos resultados.

Con el campamento montado, Carissio empezó a deambular por los alrededores del bosque, pensando sobre el próximo enfrentamiento, en uno de estos paseos, descubrió a una bella muchacha acicalando su larga melena con un peine de oro. Vestía túnica blanca de lino, y sus ojos eran del mismo verde que el bosque que la rodeaba. Un arroyo dejaba oír la música del agua mientras la dama canturreaba suavemente.

Carissio no pudo por menos que acercarse a ella, pero al verle la joven se internó en el bosque. El general romano la persiguió, ya casi sin sentido sin importarle herirse a veces con ramas, sin importarle el camino o estar alejándose cada vez más de sus hombres. Tal vez se preguntaba, como era posible que esa mujer corriera tan rápido y sin hacer apenas ruido, como si no fuera totalmente material. Solo seguía el fulgor luminoso de su túnica entre los árboles, o la estrella dorada que era su cabello al viento cuando se dejaba ver.

Él la llamaba y solo obtenía el rumor de sus risas a modo de respuesta, y esto le hacía perseguirla con más fervor aún. Finalmente llegaron a un claro del bosque en el que había un lago. Carissio vio a su muchacha en la orilla, chapoteando y bailando en las aguas, riendo y cantando. Esta vez a punto estuvo de alcanzarla y abrazarla, pero ella se adentró un poco mas en el lago, escapando de él.

Carisio siguió tras ella sin darse cuenta de que el agua le cubría cada vez más. La mujer seguía chapoteando, el romano avanzaba, y no tardó en perder pie, y en hundirse en las profundidades del lago, aún extendiendo sus brazos hacia la imagen que le había llevado a la muerte. Y el agua inundó sus pulmones del mismo modo que la risa de la Xana inundaba el paisaje.

Desde entonces a la Xana de este lago se le llama Carissia, con el mismo nombre de quien murió intentando darle alcance. Y de ella se siguen contando historias, y se la toma por una de las más peligrosas de Asturias. Así que si alguien la ve cepillándose el pelo junto al lago, que recuerde que las Xanas son dulces y encantadoras, pero sus enamorados no suelen vivir demasiado…

Deja una respuesta