El clima húmedo y lluvioso de Asturias hizo necesario el calzado de madera (madreñas), idóneo para los caminos embarrados y los campos mojados, y presente en diferentes áreas de la Cornisa Cantábrica.
En su fabricación se utilizan el hacha, la azuela, el barreno, la legra, el rasero y la navaja y, en algunos casos, gubias para la decoración. La operación tiene lugar en un taller, situado en el zaguán de la casa, bajo el hórreo, o en alguna dependencia anexa. También era común la elaboración en el bosque, furtivamente o adquiriendo un lote de madera, donde se hacían las primeras operaciones de desbaste. Posteriormente se trasladaban al taller, donde se remataban.
El oficio de madreñero se compatibilizaba con las labores del campo y raramente se convertía en una actividad en exclusiva.
Todas las zonas de Asturias eran productoras de madreñas, pero Caso, Somiedo, Lena y Aller han sido los núcleos de producción principales, que extendían su influencia mucho más allá del concejo, incluso exportando considerables cantidades de madreñas hacia las zonas limítrofes de León.
Para prolongar la vida de la madreña se aplican barnices o pinturas, pero hace aún cincuenta años era habitual un tratamiento de ahumado, que ha demostrado ser una excelente protección contra la humedad y los insectos xilófagos, facilitando también la decoración. Mientras en Quirós y Lena el ahumado se llevaba a cabo con helechos secos que producían una coloración rojiza, en el resto se ahumaban con cortezas de abedul y escobas de monte, resultando en este caso un color negro mate, que realzaba la belleza de la madreña.