Según cuentan algunos vecinos de Robledo, vivía hace un tiempo y en una casa pequeña, sin muchos miramientos, un herrero tranquilo que gustaba de hablar por los codos.
Dícese del pozo Funeres, que está en Peña Mayor, en el concejo de San Martín del Rey Aurelio, que fue donde los cuervos echaron el cuerpo del odiado conde de Tiraña.
Como se sabe, era el conde de Tiraña mal conde y peor hombre. Un día para recalcar su poder se le ocurrió ponerle a una de sus novillas un cencerro de oro.
En el siglo VIII, el rey Mauregato de la pequeña monarquía asturiana, se había comprometido con los musulmanes a entregarles 100 doncellas cada año para desposarse con ellas.
Una vez estaba un pastorín sentado al pie de la fuente de Las Traviesas, allá en la Collada de Taranes, concejo de Ponga, vio salir por el ojo de la fuente un encanto con muchas vacas.
Corría el año 1616 y los pescadores de la costa asturiana, hartos de que los calderones (especie de cetáceo) les espantaran la pesca decidieron quejarse al Obispo de Oviedo.
Cuando el mar está agitado y en pleamar se producen unas impresionantes explosiones de aire y espuma, si alguna de esas gotas de agua tocase al curioso, quedaría poseído por la siguiente leyenda.